El “paraíso perdido” de esos jóvenes que ingresan en la mayoría de edad y se enfrentan a un mundo que los recibe mal y al que siempre están tratando de agarrarse. Lo peor es que ni siquiera su infancia fue ese paraíso que ahora añoran.
“18” es una descontextualización de la situación en la que se ve envuelta un joven emigrante que cumple la mayoría de edad en un centro de menores y que pasa de estar completamente protegido por las instituciones a una situación incierta. Desde Córdoba Acoge hemos querido trasladar esta realidad a la de una familia normalizada en una sociedad imaginaria en la que, cuando se cumple la mayoría de edad, los jóvenes que cumplen la mayoría de edad se ven forzados a abandonar su hogar, quedando desconectados de su familia.
Desde Córdoba Acoge intentamos luchar porque no queden relegados a esa imagen de excluidos y por ayudarnos a visibilizarlo con esta producción, queremos agradecer a todas las personas implicadas en este maravilloso trabajo su participación, pero, sobre todo a nuestros actores Enrique Garcés, Ana Rísquez y Robert Vílchez por regalarnos su tiempo y a estos personajes.
En las siguientes semanas iremos aportando más información sobre la situación de este colectivo a través de las redes sociales y la web. Os dejamos con el vídeo:
Uno de los grandes problemas a los que se enfrentan los centros de protección de menores es el cumplimiento de la mayoría de edad de los chicos inmigrantes, dada la falta de recursos de apoyo y orientación que tienen entre sus objetivos evitar la inclusión de estos jóvenes extutelados en las bolsas de marginación y exclusión social. Por tanto, la llegada de la mayoría de edad y con ella la desinstitucionalización se convierte en un complejo proceso que puede llegar a ser muy traumático para los jóvenes, entre ellos el relativo al permiso de residencia. La realización de estos cambios se ve dificultada según Marta Bárbara por “el elemento cultural, las diferencias sociales que tienen que asumir respecto a sus sociedades de origen, el desconocimiento lingüístico y de las pautas de funcionamiento social de la sociedad de llegada.”
Así mismo, estos cambios a realizar, se convierten en duras batallas si tenemos en cuenta las circunstancias personales de los jóvenes, como la vivencia durante un determinado tiempo en un centro de protección de menores, el que algunos de ellos han sufrido algún tipo de maltrato (físico, psíquico, social, sexual, negligencia, legal, etc.), y/o hayan vivido en la calle, el bajo nivel formativo que poseen o los pocos referentes adultos próximos, con los que puedan contar, sin olvidar el miedo al futuro y ansiedad por el desarraigo afectivo, familiar y social que sufren durante su proceso migratorio, los sentimientos de frustración por la realidad encontrada en España o la preocupación por conseguir la documentación que regularice su situación.
Por un lado, la protección de la que disfrutan los menores queda muy limitada la situación de minoría de edad por lo que suele interrumpirse de forma brusca al cumplir los 18 años, y el joven, en su condición de adulto, se convierte de repente en un extranjero más, lo que puede dar lugar a que se vea inmerso en una situación de clandestinidad.
Los recursos que apoyan la integración sociolaboral de los jóvenes que salen de los centros de menores al cumplir su mayoría de edad son insuficientes y esta falta de programas y proyectos, de recursos económicos, redes de apoyo… que apoyen a este grupo de jóvenes, dificulta considerablemente tanto su integración social como las oportunidades de poder vivir más dignamente. Y esta situación llena de carencias conlleva una serie de factores de riesgo que pueden llegar a conducirles a contextos y realidades de extrema vulnerabilidad social, generando de cara a la sociedad una imagen social de marginalidad.
Cabría reflexionar acerca de qué incongruente es que estos jóvenes, que se hallan en una situación especialmente vulnerable a la hora de llevar a cabo su emancipación, se les exija acelerar y desarrollar ciertas habilidades y competencias, (seguridad en la toma de decisiones, experiencia a la hora de gestionar la vida diaria, capacidad de asunción de nuevas responsabilidades) en un periodo de tiempo muy corto. A lo que habría que añadir que esta nueva etapa conlleva unos costos emocionales bastante elevados para estos jóvenes que disponen, en la mayoría de los casos de pocas herramientas para gestionarlos.